Continuamos con la presencia de Sócrates, a propósito de una anécdota del alopecense con su mujer Jantipa en Aulo Gelio, en las comedias de Aristófanes.
En Aves 1553-1556 Aristófanes deja caer que Sócrates no era muy limpio:
ΧΟΡΟΣ:
Πρὸς δὲ τοῖς Σκιάποσιν λί-
μνη τις ἔστ’, ἄλουτος οὗ
ψυχαγωγεῖ Σωκράτης.
Coro
Cerca de los Esciápodos
hay un lago en el que Sócrates,
que nunca se lava, conjura las almas.
Nota: Esciápodos es el nombre parlante de un pueblo fabuloso. Formado mediante la combinación de skia (σκιά), sombra, y pous (πούς), pie, alude al extraordinario tamaño de sus pies, capaces de darles sombra. Su mención es una forma metafórica de referirse a la región de los muertos y las sombras. Sócrates es, a ojos de Aristófanes, un inquilino típico de esos lugares.
Las ranas, Festival de Mérida, 2014
La tercera alusión a Sócrates enn Aristófanes la hallamos en Ranas 1491-1499
Χορός
χαρίεν οὖν μὴ Σωκράτει
παρακαθήμενον λαλεῖν,
ἀποβαλόντα μουσικὴν
τά τε μέγιστα παραλιπόντα
τῆς τραγῳδικῆς τέχνης.
τὸ δ᾽ ἐπὶ σεμνοῖσιν λόγοισι
καὶ σκαριφησμοῖσι λήρων
διατριβὴν ἀργὸν ποιεῖσθαι,
παραφρονοῦντος ἀνδρός.
Es grato dejar de parlotear sentado al lado de Sócrates, desentendiéndose de la música y abandonando las principales reglas del arte dramático. Y eso de fatuos discursos y banalidades farfullar, dedicándoles mucho tiempo, es propio del que está loco.
Las traducciones y notas de Aristófanes son de Luis M. Macía Aparicio, en Gredos.
Imagen de Emblemata et aliquot nummis antiqui operis, cum emendatione et auctario copioso ipsius autoris, libro de emblemas publicado en 1564 o antes por Johannes Sambucus (János Zsámboky: 1531 – 1584): Fidípides y Estrepsíades discuten ante Sócrates, que está en un cesto colgante
Pero, por supuesto, donde más sufre Sócrates los ataques de Aristófanes es en la comedia Las nubes.
Aportemos, primero, lo que dice Albin Lesky en Historia de la literatura riega, capítulo La Ilustración y sus adversarios, páginas 463 y 464:
El problema culminante de la obra es siempre el retrato de Sócrates y su relación con la realidad. Durante mucho tiempo los intérpretes se contentaron con la fórmula de que Aristófanes, sin preocuparse por la verdadera naturaleza y actividad de Sócrates, le había identificado sin más con toda la sofística. El primero en oponerse a esta opinión fue Kierkegaard en su 7ª tesis de doctorado: Aristophanes in Socrate depingendo proxime ad verum accessit. En ambas concepciones se han sustituido verdades parciales por la total. Diversos análisis detenidos de los últimos años han puesto de manifiesto en el Sócrates de Las nubes una serie de rasgos que no son sofistas, sino justamente socráticos. Esto se hace más visible por la forma de vida ascética del hombre fortalecido contra las debilidades, y llega a penetrar en pormenores de su método y su doctrina. Tampoco el Sócrates que investiga en la naturaleza debiera causarnos tal sorpresa. En 423 seguramente ya había dejado atrás estas inquietudes, pero en Fedón (97 c) le hace hablar Platón de una fase de su vida en que ponía bastantes esperanzas en cuestiones de este tipo. Pero hay otros elementos que quedan en una insoluble contradicción, principalmente la relación de Sócrates con el arte de la sofística de hacer de la causa justa la injusta. No vale afirmar que no vemos a Sócrates enseñar esto personalmente, porque de todos modos Fidípides aprende sus dudosas habilidades en el frontisterio, y los dos versos 874 s. bastan para demostrar que esta referencia continúa en pie en la obra.
Albin Lesky (1896-1981)
En conjunto, no es difícil de comprender todo esto. Aristófanes sabía bastante del Sócrates de 423 como para dibujarlo con una serie de rasgos acordes con la realidad. Pero, por otra parte, lo incluía sin el menor escrúpulo en su ataque contra la sofística. Podía hacerlo porque, sin las distinciones que hoy nos parecen naturales, Sócrates se presentaba y debía presentarse para el ateniense de aquel tiempo simplemente como el portador de un sospechoso elemento nuevo, de un modo de pensar que todo lo ponía en tela de juicio. Cuestión que no podemos dilucidar es saber hasta qué punto participaba Aristófanes del pensamiento de la mayoría o si sólo lo ponía al servicio de sus propósitos. Afirmar que ciertamente habría dado a su obra un doble fondo dejándonos ver, a través de toda la burla, una imagen de Sócrates dibujada con seriedad y opuesta a la sofística es una suposición que no tiene en cuenta la naturaleza de este género de poesía.
Si en la Apología de Platón (19 c) atribuye Sócrates a los ataques de la comedia una significación especial, hay que tener en cuenta que lo que en 423 era una alegre burla cómica cambió de aspecto en la época que siguió a la catástrofe de Atenas. Pero Platón comprendió bien al poeta, y en la inolvidable escena final del Banquete lo enfrenta en una seria conversación con Sócrates. El discurso de Aristófanes en el mismo diálogo muestra una congenialidad tal entre el poeta y el filósofo, que quisiéramos atribuirle el epigrama (14 D.) que el espíritu de Aristófanes llama un templo de las Gracias.
Raffaele Cantarella (1898-1977)
Por su parte, Raffaele Cantarella, en La literatura griega clásica, Buenos Aires, 1971, Losada, página 336 – traducción de Antonio Camarero-, nos dice sobre la obra:
El hecho de que Aristófanes en el ardor de la polémica haya llegado a hacer de Sócrates un bufo maniquí, confundiéndolo con los sofistas de quienes fue su mayor adversario, es algo que escandalizó ya a los antiguos, quienes atribuyeron al poeta la responsabilidad de la condena a muerte del filósofo en el año 399, veinticinco años después de la comedia. Pero en realidad Aristófanes lanza sus dardos contra la nueva educación, de la que hace responsables, en bloque, a Sócrates y los sofistas, contra la nueva mentalidad, que no sólo a él le parecía corruptora y menospreciativa de los valores tradicionales, contra las nuevas corrientes de pensamiento consideradas por él como peligrosas todas para la juventud. Éste es, bajo la reidera apariencia, el verdadero argumento de la comedia; y si, para la polémica, se reviste de bromas, bufonadas y felicísimas parodias, en el alma del poeta, que piensa en los destinos de su ciudad, se tiñe de una profunda tristeza que le inspira algunos de los más bellos pasajes. Sucede así, no sólo en las partes propiamente líricas, donde la poesía alcanza la aérea ligereza de las celestes Nubes o celebra el elogio de Atenas con palabras dignas de Sófocles, sino también en los tetrámetros del agón en que se describe, con relieve escultórico, la espléndida juventud del adolescente bien educado, con el recuadro de la naturaleza florida de la primavera; y más aún en la dolorida nostalgia por la Atenas grande y bella del recuerdo y el sueño del poeta, que llena y conmueve tantas partes de la obra, como llenaba de enternecedor lamento filial el corazón de Dante la fuerte y virtuosa Florencia.
