Seguimos con la Carta X de las Heroidas de Ovidio en la traducción de Diego de Mexía, dentro de esta serie dedicada a la ópera Ariadne auf Naxos, con motivo del 150 aniversario del nacimiento del compositor germano.
¿Qué haré? ¿dónde sola partir puedo? No hay vestigios de gente y de ganado; todo es horror, asombro, espanto y miedo. La isla es despoblada, el mar hinchado la ciñe, no hay piloto ni navío que siga rumbo tan inusitado. Mas finge y piensa que por gusto mío se me concede dulce compañía, vientos y nave, todo á mi albedrío. ¿Dónde pondré la proa? ¿por qué vía navegaré? pues la paterna tierra sus puertos, yendo allá, me negaría. Y aunque las ondas no me diesen guerra. Ni el viento, seré siempre desterrada: tanta miseria y mal en mí se encierra. No te merezco ver, oh Creta amada, en cien grandes ciudades dividida Y por Jove y su infancia celebrada. Que á mi padre y á ti, que eres regida del justo padre mío, daño he hecho con mi traición infanda y torpe vida. ya los nombres de todo humano pecho reverenciados, yo les fui traidora, de adonde me resulta este provecho. Y esto fué cuando (en fin como amadora) te di el ovillo de la cuerda recia que tus pasos rigiese cual tutora; porque en la casa revoltosa y necia vencido no murieses, y seguro gozases de quien huyes y te precia, y cuando me decías: «yo te juro por los peligros fuertes y excesivos que me amenazan para lo futuro, que en tanto que los dos fuéremos vivos has de ser mía, y quemaré en tu llama mis pensamientos célebres y altivos.»
Teseo y el Minotauro, ilustración de Irene Paz
Yo vivo y no soy tuya, si una dama vive, oh Teseo, que en la sepultura está por la traición del que más ama. Ojalá fuera tanta mi ventura que con aquella clava con que heriste a mi hermano, me dieras muerte dura! Que así la fe y palabra que me diste conmigo fuera muerta y sepultada, y no que en vida viva y muera triste. No solamente me es representada la angustia que me espera, mas contemplo cuánto puede venir á una olvidada.
Ocúrreme un ejemplo y otro ejemplo, todos de muerte, y fuera menos pena la muerte, que esperar verme en su templo ya me parece que á esta parte suena, ya á esotro lado el lobo codicioso, que con sus dientes deshacerme ordena. Y quizás este suelo riguroso leones fieros, tígueres sanguinas produce como inculto y espantoso. También expele el mar bestias marinas, según se dice, horríficas, extrañas, bravas, insaturables y caninas. Y cuando aquí faltasen alimañas, ¿quién veda que la espada fiera, esquiva, de algún extraño rompa mis entrañas? No me será el morir pena excesiva, con tal que maniatada no me vea con ásperas cadenas y cautiva, y que á mi ama detestable y fea, porque toda desgracia y mal me cuadre, como sierva le hile mi tarea. Yo á quien el grande Minos es mi padre y á quien la excelsa hija, y poderosa, del Sol es mi querida y dulce madre; y lo que más estimo, y como cosa de más momento siempre estoy pensando, es que te fui un tiempo amada esposa. Si he estado el mar, la tierra contemplando. La tierra y mar me han dado desconsuelo, porque me están contino amenazando. restábame esperar solo en el cielo, mas temo la influencia ejecutada de las estrellas contra mí en el suelo. De todos aquí estoy desamparada, que á las focas y lobos tragadores he sido por manjar y pasto dada. Y aunque haya en esta isla habitadores, no me osaré fiar de forasteros, porque todos sois falsos y traidores. Por mi mal he aprendido ya á temeros, por experiencia sé (¡no lo supiera!) que es desdichado amor el de extranjeros. Quisiera Dios Andrógeo vivo fuera, que tú, Gecropia tierra, no pagaras con tantas vidas una muerte fiera. Ni tú, oh Teseo, Jano de dos caras, con el nudoso tronco desenvuelto al Minotauro horrífico mataras.
Ni yo te diera el hilo, el cual revuelto en tus manos te diese triunfo y gloria, sacándote del cerco libre v suelto. Y no me admira cierto tu victoria, ni el ver con tu bastón muerto y deshecho al cretense animal, digno de historia; porque sus cuernos no eran de provecho para romperte el corazón triunfante; seguro estabas sin cubrirte el pecho. De un pedernal trajiste, de un diamante forjado el pecho: ¿cómo la flaqueza de un monstruo contra ti fuera bastante? Excede de tu alma la dureza al pedernal, y al más activo y fuerte diamante, por su mucha fortaleza. Sueño cruel, por mi infelice suerte, ¿para qué me volviste perezosa? eres en fin imagen de la muerte. Y si eres tú su imagen, fácil cosa fuera con noche eterna castigarme, por acabar con vida tan penosa. Vientos crueles, para atormentarme bien pronto estuvo vuestro soplo insano; ligeros estuvisteis en matarme: diestra cruel, sangrienta y cruda mano, que le quitaste con rigor la vida al prodigioso cuerpo de mí hermano: fe, á quien te demandó mal concedida, pues solo el falso nombre y fraudulento tuviste y tienes como fe fingida; conjuráronse el sueño, la fe, el viento contra mí, y todos tres me dan alcance, mostrando en una niña su ardimiento. Yo, pues que estoy muriendo en este trance no veré de mi madre el tierno llanto hecho por lo que pierde en este lance. Ni tendré quien con celo justo y santo cierre mis ojos con sus dedos píos, porque no cause, estando muerta, espanto. Por extrañas regiones y aires fríos mi espíritu errará con curso incierto, y por lugares lóbregos, sombríos. amiga mano á mi cadáver yerto no le pondrá del bálsamo de Arabia último beneficio á un cuerpo muerto. Antes con hambre, con estruendo y rabia, marinas aves cubrirán los huesos de esta que es muy amante y poco sabia. Estas son las exequias, los sucesos de mi fúnebre pompa, y este estado es digno de mis crímenes y excesos. Agora irás al puerto deseado de Atenas, donde siendo recibido, y estando entre la turba entronizado, será por ti con fausto referidos cómo le diste muerte al hombre-toro, quedando el laberinto confundido. Con majestad y amplifico decoro, cuenta después que fui de ti dejada sola en la isla, donde gimo y lloro. Que no he de ser, ni es justo ser borrada de tus empresas, pues que soy trofeo el más famoso que hay en tu jornada, desleal, no es tu padre el viejo Egeo, ni menos te ha parido con dolores Etra, la amada hija de Piteo.
Teseo y Etra (1635-36), Laurent de La Hyre (1606-1656), óleo sobre lienzo. Museo de Bellas Artes de Budapest
