La verdad es que uno empieza a estar un poco harto de Halloween, una fiesta o celebración ajena, en su origen, a la cultura cristiana europea. Y uno está ya bastante mosca con las pretensiones de algunos colectivos que pretenden expulsar de lo público, y también la escuela pública, todo lo que huela a cristiano, no sé bien porqué motivo, o sí; a veces el motivo es un desfasado anticlericalismo, otras un profesado laicismo y otras un simple menosprecio o un deseo de arrinconar lo cristiano. Y así, en bastantes colegios, se monta un Cristo (perdonen la expresión cristiana), porque los alumnos de religión o el propio colegio monte un nacimiento o belén en la entrada del centro, porque claro ya no hay Navidad, ahora hay fiesta de Invierno, Sol Invictus, Solsticio de Invierno o lo que quieran, pero no Navidad, es decir Natividad o Nacimiento de Jesús. Ya no hay Semana Santa o Pascua, hay fiesta de Primavera, Equinoccio de Primavera, pero nada que recuerde a lo cristiano de la tradición.
Eso sí, potenciemos el Carnaval y todos los niños a vestirse y a hacer el paripé y que las madres se busquen la vida con el vestidito de marras (de abeja, de cirio, de castor, de pastor, de piruleta, etc.).
Pero ¿qué es Carnaval sin la Cuaresma? Nada. Hablando de Cuaresma. ¿Se han dado cuenta que todos los años, cuando empieza o acaba el Ramadán es noticia en los telediarios y se dedica un tiempo a explicar qué es el Ramadán? Bueno, pues el cristianismo tiene su Ramadán, la Cuaresma de la que nunca se habla en las noticias. La Cuaresma es del siglo IV y el ayuno siempre estuvo presente en ella. El Corán, el libro sagrado de los musulmanes, fue dictado por Gabriel a Mahoma entre el 610-632, cuando la Cuaresma llevaba dos siglos celebrándose.
Y, por supuesto, potenciemos Halloween y venga con los esqueletos, las calabazas, los zombis, el truco o trato, las brujas, y toda las pesca.
Incluso la cadena Disney Channel, de lógica influencia estadounidense, tiene una programación especial de Halloween con películas de brujas, esqueletos y demás.
Y aquí tenemos una contradicción: queremos apartar a nuestros niños de la muerte de sus seres queridos, no dejándoles asistir a su funeral, no sea que se traumaticen, pero no nos importa que se vistan de zombis, esqueletos, brujas o demonios.
Ya saben los lectores que Halloween significa “víspera de Todos los Santos” (All Hallows’ Even) y yo me quedo con la Solemnidad de Todos los Santos y sigo fiel a la tradición cristiana y pregunto ¿qué mensaje proclama Halloween? Y respondo: ninguno, bueno, vestirse de bruja, adornar escaparates con telas de araña y calabazas.
Por supuesto en la cultura celta tendría su valor: espíritus, fiesta de la cosecha, estación oscura, unión con el otro mundo.
Me quedo con el mensaje de Todos los Santos: luz, felicidad, esperanza. En esta solemnidad los cristianos nos acordamos de todas las personas que, a lo largo de su vida, han tratado de aplicar a su vida el plan propuesto por Jesucristo en las bienaventuranzas, todo un programa de vida cristiana. Y esas personas son tanto los santos oficialmente beatificados o canonizados como multitud de hombres y mujeres que, sin haber alcanzado los altares, son realmente santos. Y aquí se pueden contar, lectores, a su abuelo, a mi padre, a su hermano, a un amigo, un vecino.
Permítasenos, primero, decir algo sobra la palabra “sanctus” (santo).
Es el participio de perfecto del verbo latino sancio, sancis, sancere, sanxi, sanctum que es un término de la lengua religiosa y política y significa “hacer sagrado e inviolable” (cf. castellano sancionar y sanción). Acompañado de legem quiere decir “establecer solemnemente por una ley”.
Está emparentada con “sacer” e, igual que sacer significa en algún caso “dedicado o consagrado a los dioses infernales, execrable”, sancio tiene también el sentido de “proclamar como execrable”, de donde “prohibir solemnemente”, y después “castigar = sancionar”.
De ahí sanctus= “convertido en sagrado o inviolable, sancionado”.
En el Digesto 1.8.9.3 de Ulpiano (Ulpianus libro sexagensimo octavo ad edictum) leemos:
Proprie dicimus sancta, quae neque sacra neque profana sunt, sed sanctione quadam confirmata, ut leges sanctae sunt, sanctione enim quadam sunt subnixae. Quod enim sanctione quadam subnixum est, id sanctum est etsi deo non sit consecratum.
[Propiamente llamamos ‘santas’ a las cosas que non son ni sacras ni profanas, sino que son valoradas por medio de cualquier sanción, como las leyes son santas, ya que se apoyan en una sanción. De hecho lo que se apoya en una sanción es santo, aunque no esté consagrado a Dios.]
Esta diferencia de sentido entre sacer y sanctus no excluye el parentesco inicial; el estado de santo se obtiene por un rito de carácter religioso; sacer indica un estado, sanctus el resultado de un acto; más tarde sanctus recibe el sentido del griego ἅγιος que, entre los judíos y los cristianos, ha recibido el sentido del hebreo qōdəš; de un sentido de “consagrado, establecido, consolidado por un rito” se ha pasado así a un sentido esencialmente moral: “venerado” y “venerable”, “virtuoso” y, en la lengua de la Iglesia, “santo”. En latín clásico, no obstante, sanctus está aún muy lejos de este valor moral.
Acabado el paréntesis lingüístico, proseguimos con la Solemnidad de Todos los Santos y su mensaje. Ya dediqué un artículo, el 1 de noviembre de 2010 a esta fiesta y me detuve en la riqueza verbal de las tres lecturas litúrgicas de esta Solemnidad.
En la primera lectura (Apocalipsis 7, 2-4; 9-14) tenemos:
Infinitivos de aoristo activos: ἀδικῆσαι, ἀριθμῆσαι.
Participios de presente activos: ἀναβαίνοντα, ἔχοντα, ζῶντος, λέγων (2), λέγοντες (2)
Participios de presente medios: καθημένῳ, ἐρχόμενοι
Participios de perfecto activos: ἑστῶτες
Participios de perfecto medios: ἐσφραγισμένων, ἐσφραγισμένοι, περιβεβλημένους, περιβεβλημένοι
Indicativos de aoristo activo sigmáticos: ἔκραξεν, προσεκύνησαν, ἤκουσα, ἔπεσαν
Indicativos de aoristo activo sigmáticos con caída de sigma y alargamiento: ἔπλυναν, ἐλεύκαναν
Indicativos de aoristo activo temáticos: εἶδον (2), ἦλθον, εἶπέν
Subjuntivos de aoristo:sigmáticos: ἀδικήσητε, σφραγίσωμεν
Indicativos de pluscuamperfecto: εἱστήκεισαν
Indicativos de perfecto: εἴρηκα, οἶδας
Indicativos de aoristo pasivos: ἐδόθη, ἀπεκρίθη
Indicativos de imperfecto: ἐδύνατο
Indicativos de presente: εἰσιν (2), κράζουσιν
Pero me detengo de nuevo en el texto de Mateo en el evangelio y me fijo en las formas verbales de las bienaventuranzas, esas nueve (9) frases encabezadas por el μακάριοι (felices, dichosos). Tras la indicación de a quien se refiere (pobres de corazón, afligidos, mansos o pacientes, los hambrientos y sedientos de justicia, misericordiosos, limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los que son perseguidos por causa del bien, los perseguidos y calumniados por causa de Cristo), viene la promesa y en las nueve frases se usa el futuro pasivo en la 2 (serán consolados), 4 (serán saciados), 5 (serán tratados con misericordia) y 7 (serán llamados), futuro activo en la 3 (heredarán) y 6 (verán), presente en 1 (es) y 9 (estad alegres y contentos).
ἰδὼν δὲ τοὺς ὄχλους ἀνέβη εἰς τὸ ὄρος· καὶ καθίσαντος αὐτοῦ προσῆλθαν αὐτῶ οἱ μαθηταὶ αὐτοῦ·καὶ ἀνοίξας τὸ στόμα αὐτοῦ ἐδίδασκεν αὐτοὺς λέγων,
μακάριοι οἱ πτωχοὶ τῶ πνεύματι, ὅτι αὐτῶν ἐστιν ἡ βασιλεία τῶν οὐρανῶν.
μακάριοι οἱ πενθοῦντες, ὅτι αὐτοὶ παρακληθήσονται.
μακάριοι οἱ πραεῖς, ὅτι αὐτοὶ κληρονομήσουσιν τὴν γῆν.
μακάριοι οἱ πεινῶντες καὶ διψῶντες τὴν δικαιοσύνην, ὅτι αὐτοὶ χορτασθήσονται.
μακάριοι οἱ ἐλεήμονες, ὅτι αὐτοὶ ἐλεηθήσονται.
μακάριοι οἱ καθαροὶ τῇ καρδίᾳ, ὅτι αὐτοὶ τὸν θεὸν ὄψονται.
μακάριοι οἱ εἰρηνοποιοί, ὅτι αὐτοὶ υἱοὶ θεοῦ κληθήσονται.
μακάριοι οἱ δεδιωγμένοι ἕνεκεν δικαιοσύνης, ὅτι αὐτῶν ἐστιν ἡ βασιλεία τῶν οὐρανῶν.
μακάριοί ἐστε ὅταν ὀνειδίσωσιν ὑμᾶς καὶ διώξωσιν καὶ εἴπωσιν πᾶν πονηρὸν καθ᾽ ὑμῶν [ψευδόμενοι] ἕνεκεν ἐμοῦ·χαίρετε καὶ ἀγαλλιᾶσθε, ὅτι ὁ μισθὸς ὑμῶν πολὺς ἐν τοῖς οὐρανοῖς
Al ver a la multitud, subió al monte. Se sentó y se le acercaron los discípulos. Tomó la palabra y los instruyó en estos términos:
Dichosos los pobres de corazón, porque el reinado de Dios les pertenece.
Dichosos los afligidos, porque serán consolados.
Dichosos los desposeídos, porque heredarán la tierra.
Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Dichosos los misericordiosos, porque serán tratados con misericordia.
Dichosos los limpios de corazón, porque verán a Dios.
Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán hijos de Dios.
Dichosos los perseguidos por causa del bien, porque el reinado de Dios les pertenece.
Dichosos vosotros cuando os injurien, os persigan y os calumnien de todo por mi causa. Estad alegres y contentos pues vuestra paga en el cielo es abundante.
De nuevo traemos aquí a José Antonio Pagola con un texto sobre las bienaventuranzas, que compartimos plenamente:
Al formular las bienaventuranzas, Mateo, a diferencia de Lucas, se preocupa de trazar los rasgos que han de caracterizar a los seguidores de Jesús. De ahí la importancia que tienen para nosotros en estos tiempos en que la Iglesia ha de ir encontrando su estilo cristiano de estar en medio de una sociedad secularizada.
No es posible proponer la Buena Noticia de Jesús de cualquier forma. El Evangelio sólo se difunde desde actitudes evangélicas. Las bienaventuranzas nos indican el espíritu que ha de inspirar la actuación de la Iglesia mientras peregrina hacia el Padre. Las hemos de escuchar en actitud de conversión personal y comunitaria. Sólo así hemos de caminar hacia el futuro.
Dichosa la Iglesia “pobre de espíritu” y de corazón sencillo, que actúa sin prepotencia ni arrogancia, sin riquezas ni esplendor, sostenida por la autoridad humilde de Jesús. De ella es el reino de Dios.
Dichosa la Iglesia que “llora” con los que lloran y sufre al ser despojada de privilegios y poder, pues podrá compartir mejor la suerte de los perdedores y también el destino de Jesús. Un día será consolada por Dios.
Dichosa la Iglesia que renuncia a imponerse por la fuerza, la coacción o el sometimiento, practicando siempre la mansedumbre de su Maestro y Señor. Heredará un día la tierra prometida.
Dichosa la Iglesia que tiene “hambre y sed de justicia” dentro de sí misma y en el mundo entero, pues buscará su propia conversión y trabajará por una vida más justa y digna para todos, empezando por los últimos. Su anhelo será saciado por Dios.
Dichosa la Iglesia compasiva que renuncia al rigorismo y prefiere la misericordia antes que los sacrificios, pues acogerá a los pecadores y no les ocultará la Buena Noticia de Jesús. Ella alcanzará de Dios misericordia.
Dichosa la Iglesia de “corazón limpio” y conducta transparente, que no encubre sus pecados ni promueve el secretismo o la ambigüedad, pues caminará en la verdad de Jesús. Un día verá a Dios.
Dichosa la Iglesia que “trabaja por la paz” y lucha contra las guerras, que aúna los corazones y siembra concordia, pues contagiará la paz de Jesús que el mundo no puede dar. Ella será hija de Dios.
Dichosa la Iglesia que sufre hostilidad y persecución a causa de la justicia, sin rehuir el martirio, pues sabrá llorar con las víctimas y conocerá la cruz de Jesús. De ella es el reino de Dios.
La sociedad actual necesita conocer comunidades cristianas marcadas por este espíritu de las bienaventuranzas. Sólo una Iglesia evangélica tiene autoridad y credibilidad para mostrar el rostro de Jesús a los hombres y mujeres de hoy.
Pues eso, ni truco, ni trato. Ni el truco de querer sacar de nuestra cultura la tradición cristiana, imponiendo otras realidades, ajenas y que no aportan nada; ni trato con quien, en el desempeño de su cargo, en su vida cotidiana, en su relación con los demás, no sea honrado, misericordioso, pacífico, justo, limpio de corazón, humilde, sencillo, compasivo, dialogante, paciente, o mejor, trato con él o ella, para desde el ofrecimiento y el diálogo, y sobre todo con el ejemplo, llevarlo a una actitud basada en el programa de vida que Jesús nos propone en sus bienaventuranzas.
