Varia Historia, edición de 1668 de Tanaquil Faber.
En este capítulo finalizamos con Historias curiosas II, 13 de Claudio Eliano, fragmento en el que el escritor de Preneste se refiere a la activa participación de Aristófanes en el complot ideado por el círculo de Ánito y Meleto contra Sócrates, auqnue destaca que también el desprecio del Alopecense por la comedia le acarreó la inmisericorde crítica en Las nubes. Claudio Eliano añade, además, que, verosímilmente, Aristófanes recibió dinero de Ánito y Meleto por perpetrar aquella inmoral comedia.
καὶ τὰ μὲν τοῦ δράματος τοιαῦτα: ὁ δὲ Σωκράτης σπάνιον μὲν ἐπεφοίτα τοῖς θεάτροις, εἴ ποτε δὲ Εὐριπίδης ὁ τῆς τραγῳδίας ποιητὴς ἠγωνίζετο καινοῖς τραγῳδοῖς, τότε γε ἀφικνεῖτο. καὶ Πειραιοῖ δὲ ἀγωνιζομένου τοῦ Εὐριπίδου καὶ ἐκεῖ κατῄει: ἔχαιρε γὰρ τῷ ἀνδρὶ διά τε τὴν σοφίαν αὐτοῦ καὶ τὴν ἐν τοῖς μέτροις ἀρετήν. ἤδη δέ ποτε αὐτὸν ἐρεσχελῶν Ἀλκιβιάδης ὁ Κλεινίου καὶ Κριτίας ὁ Καλλαίσχρου καὶ κωμῳδῶν ἀκοῦσαι παρελθόντα ἐς τὸ θέατρον ἐξεβιάσαντο. ὃ δὲ αὐτοῖς οὐκ ἠρέσκετο, ἀλλὰ δεινῶς κατεφρόνει ῾ἅτε ἀνὴρ σώφρων καὶ δίκαιος καὶ ἀγαθὸς καὶ ἐπὶ τούτοις σοφόσ᾽ ἀνδρῶν κερτόμων καὶ ὑβριστῶν καὶ ὑγιὲς λεγόντων οὐδέν: ἅπερ ἐλύπει δεινῶς αὐτούς. καὶ ταῦτα οὖν τῆς κωμῳδίας ἦν αὐτῷ τὰ σπέρματα, ἀλλ᾽ οὐ μόνον ἃ παρὰ τοῦ Ἀνύτου καὶ Μελήτου ὡμολόγηται.
Esa fue la historia de aquella pieza teatral. Sócrates rara vez iba al teatro, pero si Eurípides, el dramaturgo, concursaba con nuevas tragedias, entonces sí acudía. E incluso cuando Eurípides concursaba en el Pireo, hasta allí bajaba. Es evidente que este autor le complacía tanto por su sabiduría como por su perfección poética. En cierta ocasión, Alcibíades, hijo de Clinias, y Critias, hijo de Calescres, entre bromas se lo llevaron al teatro a ver la representación de unas comedias. Pero a Sócrates en nada le agradaron. Y puesto que era un hombre prudente, justo, bueno y, por encima de todo, sabio, mostró un enorme desprecio por unos individuos irrespetuosos e insolentes que carecían de valores. Y aquello disgustó mucho a los comediógrafos. También este episodio fue germen de aquella comedia compuesta contra él, y no sólo lo concertado por Ánito y Meleto.
εἰκὸς δὲ καὶ χρηματίσασθαι ὑπὲρ τούτων Ἀριστοφάνην. καὶ γὰρ βουλομένων, μᾶλλον δὲ ἐκ παντὸς συκοφαντῆσαι τὸν Σωκράτη σπευδόντων ἐκείνων, καὶ αὐτὸν δὲ πένητα ἅμα καὶ κατάρατον ὄντα,τί παράδοξον ἦν ἀργύριον λαβεῖν ἐπ᾽ οὐδενὶ ὑγιεῖ; καὶ ὑπὲρ μὲν τούτων αὐτὸς οἶδεν: εὐδοκίμει δ᾽ οὖν αὐτῷ τὸ δρᾶμα. καὶ γάρ τοι καὶ τὸ τοῦ Κρατίνου τοῦτο συνέβη εἴ ποτε ἄλλοτε καὶ τότε, τῷ θεάτρῳ νοσῆσαι τὰς φρένας. καὶ ἅτε ὄντων Διονυσίων πάμπολύ τι χρῆμα τῶν Ἑλλήνων σπουδῇ τῆς θέας ἀφίκετο. περιφερομένου τοίνυν ἐν τῇ σκηνῇ τοῦ Σωκράτους καὶ ὀνομαζομένου πολλάκις, οὐκ ἂν δὲ θαυμάσαιμι εἰ καὶ βλεπομένου ἐν τοῖς ὑποκριταῖς ῾δῆλα γὰρ δὴ ὅτι καὶ οἱ σκευοποιοὶ ἔπλασαν αὐτὸν ὡς ὅτι μάλιστα ἐξεικάσαντεσ᾽.
Resulta verosímil que Aristófanes ganara dinero con su obra. Pues si aquellos dos querían o, mejor dicho, lo que con más ardor deseaban era calumniar a Sócrates, ¿qué hay de extraño en que Aristófanes, que era pobre, además de una persona execrable, hubiese recibido dinero por aquella inmoralidad? Pero sobre este punto sólo él sabe la verdad; Su obra fue muy apreciada, y en aquella ocasión, más que en ninguna otra, se hizo realidad el dicho de Cratino: el público enloqueció en el teatro. Puesto que se estaban celebrando las Dionisiacas, una gran multitud de griegos había acudido atraída por el espectáculo. Así, cuando Sócrates empezó a pasearse por la escena y a ser nombrado con frecuencia, no me sorprende que fuera reconocido entre los demás intérpretes, porque es evidente que los encargados de la caracterización de los personajes habían modelado su máscara para que tuviera el mayor parecido posible.
ἀλλ᾽ οἵ γε ξένοι῾τὸν γὰρ κωμῳδούμενον ἠγνόουν᾽ θροῦς παρ᾽ αὐτῶν ἐπανίστατο, καὶ ἐζήτουν ὅστις ποτὲ οὗτος ὁ Σωκράτης ἐστίν. ὅπερ οὖν ἐκεῖνος αἰσθόμενος ῾καὶ γάρ τοι καὶ παρῆν οὐκ ἄλλως οὐδὲ ἐκ τύχης, εἰδὼς δὲ ὅτε κωμῳδοῦσιν αὐτόν: καὶ δὴ καὶ ἐν καλῷ τοῦ θέατρου ἐκάθητὀ, ἵνα οὖν λύσῃ τὴν τῶν ξένων ἀπορίαν, ἐξαναστὰς παρ᾽ ὅλον τὸ δρᾶμα ἀγωνιζομένων τῶν ὑποκριτῶν ἑστὼς ἐβλέπετο. τοσοῦτον ἄρα περιῆν τῷ Σωκράτει τοῦ κωμῳδίας καὶ Ἀθηναίων καταφρονεῖν.
Pero los extranjeros, que desconocían a quién se estaba parodiando, armaron un cierto alboroto tratando de averiguar quién era aquel Sócrates. Cuando Sócrates se dio cuenta de aquel clamor —pues estaba presente, y no por azar, sino porque sabía que lo parodiaban en una comedia; y precisamente por eso se había sentado en un lugar preeminente del teatro—, para disolver las dudas de los extranjeros, se puso en pie y así permaneció, a la vista de todos, mientras los actores re presentaban la obra. Tan grande era el desprecio que Sócrates sentía por la comedia y los atenienses.
Y tras Claudio Eliano y sus Historias curiosas II, 13, nos vamos a Jaeger y su Paideia, para ofrecer un fragmento del capítulo V (La comedia de Aristófanes), dentro del libro II (Culminación y crisis del espíritu ático), páginas 336 y 337, del citado libro, en el que Werner Jaeger nos habla del Sócrates aristofánico:
Sin embargo, pocos años más tarde, se revela en Las nubes cuán profunda era la aversión del poeta contra la nueva orientación del espíritu. Pronto aquel primer ensayo no le pareció ya suficiente. Ahora había descubierto el modelo que parecía estar predestinado a ser el héroe de una comedia sobre la moderna educación filosófica. Era Sócrates de Alopeké, el hijo de un picapedrero y de una comadrona. Tenía la gran ventaja sobre los sofistas, que sólo raramente visitaban Atenas, de ser un original más eficaz en la escena, por ser conocido de toda la ciudad. El capricho de la naturaleza había cuidado incluso de su máscara cómica dándole aquel aspecto de sileno, con la nariz arremangada, los labios protuberantes y los ojos saltones. Sólo había que exagerar lo grotesco de su figura. Aristófanes amontonó sobre su víctima todas las características de la clase a que evidentemente pertenecía: sofistas, retóricos y filósofos de la naturaleza, o, como se decía entonces, meteorólogos. Aunque en realidad se pasaba casi todo el día en el mercado, colocó misteriosamente a su fantástico Sócrates en una estrecha tienda de pensador, donde, suspendido en un columpio en lo alto del patio, “investigaba el sol” con el cuello torcido, mientras sus discípulos, sentados en el suelo, hundían en la arena sus pálidos semblantes para sondear el mundo subterráneo. Se suele considerar a Las nubes desde el punto de vista de la historia de la filosofía y, en el mejor de los casos, se le disculpa. Summum ius, summa iniuria. Es una iniquidad hacer comparecer al burlesco Sócrates de la comedia ante el tribunal de la estricta justicia histórica. Ni aun Platón, que revela la fatal participación de aquella caricatura en la muerte de su maestro, aplica semejante medida. Reúne en el Simposio la luminosa figura del sabio con la del poeta y no cree ultrajar los manes de Sócrates atribuyéndole un papel de tanta importancia en aquel círculo.
