Ofrecíamos en el pasado capítulo de esta serie sobre la obra Hero y Leandro de Museo el Gramático los versos 232 a 250 del bello poema. Recordemos que esta serie se inició el 23 de diciembre de 2015 con motivo de la audición del poema sinfónico Ero e Leandro de Alfredo Catalani, compuesto en 1884, y que escuchamos en el programa de Radio Clásica El mundo de la fonografía, dirigido por la batuta de Francesco La Vecchia, al frente de la Sinfónica de Roma.
Vamos a hora con los comentarios a algunos de los versos de esta nueva remesa.
- (Mas no al enamorado Leandro = 233). Para Leandro insomne, cf. Ovidio, Heroidas XVIII 25 ss.:
Septima nox agitur, spatium mihi longius anno,
sollicitum raucis ut mare fervet aquis.
His ego si vidi mulcentem pectora somnum
noctibus, insani sit mora longa freti.
Rupe sedens aliqua specto tua litora tristis
et, quo non possum corpore, mente feror.
Lumina quin etiam summa vigilantia turre
aut videt aut acies nostra videre putat.
Ter mihi deposita est in sicca vestis harena;
ter grave temptavi carpere nudus iter:
obstitit inceptis tumidum iuvenalibus aequor
mersit et adversis ora natantis aquis.
La séptima noche trascurre, espacio más largo para mí que un año, desde que el mar hierve, agitado por enronquecedoras olas. Si en estas noches he visto el sueño que sosiega los corazones, sea interminable la duración de este turbulento mar Sentado en cualquier roca, miro triste tu ribera y adonde no puedo con el cuerpo me traslado con la mente. Mi mirada incluso ve o cree ver esa luz que vigila en lo alto de la torre. Tres veces ha sido dejada mi ropa en la seca arena; tres veces he intentado, desnudo, emprender el difícil camino. Se opuso a mis juveniles propósitos el hinchado mar y sumergió la cabeza del nadador en las adversas aguas.
La traducción es de Francisca Moya del Baño, en CSIC (Alma Mater).
El insomnio es un síntoma de amor, según explica Platón (Fedro 251 e): el alma del amante, al verse presa de la locura, no puede conciliar el sueño de noche.
ἐκ δὲ ἀμφοτέρων μεμειγμένων ἀδημονεῖ τε τῇ ἀτοπίᾳ τοῦ πάθους καὶ ἀποροῦσα λυττᾷ, καὶ ἐμμανὴς [251e] οὖσα οὔτε νυκτὸς δύναται καθεύδειν οὔτε μεθ᾽ ἡμέραν οὗ ἂν ᾖ μένειν, θεῖ δὲ ποθοῦσα ὅπου ἂν οἴηται ὄψεσθαι τὸν ἔχοντα τὸ κάλλος· ἰδοῦσα δὲ καὶ ἐποχετευσαμένη ἵμερον ἔλυσε μὲν τὰ τότε συμπεφραγμένα, ἀναπνοὴν δὲ λαβοῦσα κέντρων τε καὶ ὠδίνων ἔληξεν, ἡδονὴν δ᾽ αὖ ταύτην γλυκυτάτην ἐν τῷ [252a] παρόντι καρποῦται.
Por la mezcla de estos sentimientos encontrados, se aflige lo absurdo de lo que le pasa, y no sabiendo por donde ir, se enfurece, y, así enfurecida, no puede dormir de noche ni parar de día y corre deseosa a donde piensa uqe ha de ver al que lleva consigo la belleza. Y cuando lo ha visto, y ha encauzado el deseo, abre lo que antes estaba cerrado, y recobrando aliento, ceden sus pinchazos y va cosechando, entretanto, el placer más dulce.
La traducción es de Emilio Lledó Íñigo, en Gredos.
Véanse también las prolijas disquisiciones sobre este síntoma en Leucipa y Clitofonte I, 6, 2-4 de Aquiles Tacio:
Ὡς δὲ εἰς τὸ δωμάτιον παρῆλθον, ἔνθα μοι [p. 44] καθεύδειν ἔθος ἦν, οὐδὲ ὕπνου τυχεῖν ἠδυνάμην. Ἔστι μὲνγὰρ φύσει καὶ τἆλλα νοσήματα καὶ τὰ τοῦ σώματος τραύματα ἐν νυκτὶ χαλεπώτερα, καὶ ἐπανίσταται μᾶλλονἡμῖν ἡσυχάζουσι καὶ ἐρεθίζει τὰς ἀλγηδόνας: ὅταν γὰρ ἀναπαύηται τὸ σῶμα, τότε σχολάζει τὸ ἕλκος νοσεῖν: τὰ δὲ τῆς ψυχῆς τραύματα μὴ κινουμένου τοῦσώματος, πολὺ μᾶλλον ὀδυνᾷ. Ἐν ἡμέρᾳ μὲν γὰρ ὀφθαλμοὶ καὶ ὦτα πολλῆς γεμιζόμενα περιεργίας ἐπικουφίζειτῆς νόσου τὴν ἀκμήν, ἀντιπερισπῶντα τὴν ψυχὴν τῆς εἰς τὸ πονεῖν σχολῆς: ἐὰν δὲ ἡσυχίᾳ τὸ σῶμα πεδηθῇ, καθ̓ἑαυτὴν ἡ ψυχὴ γενομένη τῷ κακῷ κυμαίνεται. Πάντα γὰρ ἐξεγείρεται τότε τὰ τέως κοιμώμενα: τοῖς πενθοῦσιν αἱ λῦπαι, τοῖς μεριμνῶσιν αἱ φροντίδες, τοῖςκινδυνεύουσιν οἱ φόβοι, τοῖς ἐρῶσι τὸ πῦρ. Περὶ δὲ τὴν ἕω μόλις ἐλεήσας μέ τις ὕπνος ἀνέπαυσεν ὀλίγον.
Al llegar a la alcoba en que solía dormir, tampoco pude conciliar el sueño, ya que de modo natural las heridas corporales y demás dolencias de noche se enconan y sus ataques son mayores cuando nos hallamos descansando y excitan nuestros sufrimientos. Pues mientras el cuerpo reposa, la herida encuentra más tiempo para el mal, y las heridas del alma duelen mucho más cuando el cuerpo está inmóvil. Pues por el día ojos y oídos, abarrotados de sus muchas diligencias, suavizan el apogeo de la enfermedad desviando el alma del ocio que lleva a la dolencia. En tanto que si el cuerpo se ve maniatado por la tranquilidad, el alma, a su propio albedrío, padece los oleajes del mal. Todo lo que entretanto había estado dormitando, se les despierta entonces: las penas a los que están afligidos, las cavilaciones a los que andan preocupados, los temores a los que corren peligros, el fuego a los que aman. Pero hacia el alba con trabajo el sueño, compadeciéndose de mí, me dejó reposar un poco.
La traducción es de Máximo Brioso Sánchez, en Gredos.
El motivo es harto frecuente en contextos eróticos: cf., por ejemplo, Apolonio de Rodas III, 744 ss. (Medea):
Νὺξ μὲν ἔπειτ᾽ ἐπὶ γαῖαν ἄγεν κνέφας· οἱ δ᾽ ἐνὶ πόντῳ
ναῦται εἰς Ἑλίκην τε καὶ ἀστέρας Ὠρίωνος
ἔδρακον ἐκ νηῶν· ὕπνοιο δὲ καί τις ὁδίτης
ἤδη καὶ πυλαωρὸς ἐέλδετο· καί τινα παίδων
μητέρα τεθνεώτων ἀδινὸν περὶ κῶμ᾽ ἐκάλυπτεν·
οὐδὲ κυνῶν ὑλακὴ ἔτ᾽ ἀνὰ πτόλιν, οὐ θρόος ἦεν
ἠχήεις· σιγὴ δὲ μελαινομένην ἔχεν ὄρφνην.
ἀλλὰ μάλ᾽ οὐ Μήδειαν ἐπὶ γλυκερὸς λάβεν ὕπνος.
πολλὰ γὰρ Αἰσονίδαο πόθῳ μελεδήματ᾽ ἔγειρεν
δειδυῖαν ταύρων κρατερὸν μένος, οἷσιν ἔμελλεν
φθίσθαι ἀεικελίῃ μοίρῃ κατὰ νειὸν Ἄρηος.
πυκνὰ δέ οἱ κραδίη στηθέων ἔντοσθεν ἔθυιεν,
ἠελίου ὥς τίς τε δόμοις ἐνιπάλλεται αἴγλη
ὕδατος ἐξανιοῦσα, τὸ δὴ νέον ἠὲ λέβητι
ἠέ που ἐν γαυλῷ κέχυται· ἡ δ᾽ ἔνθα καὶ ἔνθα
ὠκείῃ στροφάλιγγι τινάσσεται ἀίσσουσα·
ὧς δὲ καὶ ἐν στήθεσσι κέαρ ἐλελίζετο κούρης.
δάκρυ δ᾽ ἀπ᾽ ὀφθαλμῶν ἐλέῳ ῥέεν· ἔνδοθι δ᾽ αἰεὶ
τεῖρ᾽ ὀδύνη σμύχουσα διὰ χροός, ἀμφί τ᾽ ἀραιὰς
ἶνας καὶ κεφαλῆς ὑπὸ νείατον ἰνίον ἄχρις,
ἔνθ᾽ ἀλεγεινότατον δύνει ἄχος, ὁππότ᾽ ἀνίας
ἀκάματοι πραπίδεσσιν ἐνισκίμψωσιν Ἔρωτες.
La noche luego traía las tinieblas sobre la tierra. En el mar los navegantes miraban desde sus naves a Hélice y a las estrellas de Orión, y ya el caminante y el centinela anhelaban el sueño, e incluso a una madre cuyos hijos habían muerto la envolvía un profundo sopor. Tampoco había ya ladrido de perros por la ciudad, ni bullicio sonoro. El silencio reinaba en la cada vez más negra oscuridad. Pero a Medea no la dominó el dulce sueno. Pues, en su pasión por el Esónida, muchas inquietudes la desvelaban temerosa del furor violento de los toros, ante los que él iba a sucumbir con un miserable destino en la campiña de Ares. Intensamente le palpitaba el corazón dentro de su pecho. Como un rayo de sol se agita en la casa reflejado por el agua que ha poco se ha vertido ya en un caldero ya en algún lebrillo, y con el rápido torbellino tiembla saltando aquí y allá; así también en su pecho se estremecía el corazón de la joven. De sus ojos fluían lágrimas de compasión. Y por dentro sin cesar la atormentaba un dolor que la consumía a través del cuerpo, por sus delicados nervios y hasta la última vertebra debajo de la cabeza, donde penetra más agudo el sufrimiento cuando los infatigables Amores arrojan sus penas en las entrañas.
La traducción es de Mariano Valverde Sánchez, en Gredos.
