Concluida la serie de capítulos sobre Tereo, Procne y Filomela, abandonamos las aves y pasamos a los artrópodos (esto es, animales de pies articulados), queliceratos (o sea, “con pinzas en los cuernos o antenas”), y, en concreto, a los arácnidos.
Y la araña (del latín “araneam”) nos conduce al mito de Aracne.
Pierre Grimal, en su Diccionario de Mitología Griega y Romana dice sobre Aracne:
Aracne es una doncella de Lidia cuyo padre, Idmón, de Colofón, era tintorero. La joven se había granjeado una gran reputación en el arte de tejer y bordar. Las tapicerías que dibujaba eran tan bellas, que las ninfas de la campiña circundante acudían a admirarlas. Su habilidad le valió la fama de ser discípula de Atenea, la diosa de las hilanderas y bordadoras. Pero Aracne no quería deber su talento a nadie más que a sí misma, y desafió a la diosa, la cual aceptó el reto y se le apareció en figura de una anciana. Atenea se limitó primero a advertirla y aconsejarle más modestia, sin lo cual debía temer el enojo de la diosa. Pero Aracne le respondió con insultos. Entonces, la divinidad se descubrió y la competición dio comienzo. Palas representó en el tapiz a los doce dioses del Olimpo en toda su majestad, y, para advertir a su rival, añadió en las cuatro esquinas una representación de cuatro episodios que mostraban la derrota de los mortales que osaban desafiar a los dioses. Aracne trazó en su tela los amores de los olímpicos que no redundan en su honor: Zeus y Europa, Zeus y Dánae, etc. Su labor es perfecta, pero Palas, airada, la rompe y da un golpe con la lanzadera a su rival. Sintiéndose ultrajada, Aracne, presa de desesperación, se ahorca. Atenea no deja que muera, y la transforma en araña, que seguirá hilando y tejiendo en el extremo de su hilo.
De nuevo es Ovidio, Metamorfosis VI, 5-145, nuestra principal fuente. Aquí tenemos el texto ovidiano y su traducción
Metamorfosis VI, 5-82
Praebuerat dictis Tritonia talibus aures
carminaque Aonidum iustamque probaverat iram;
tum secum: “laudare parum est, laudemur et ipsae
numina nec sperni sine poena nostra sinamus.”
Maeoniaeque animum fatis intendit Arachnes,
quam sibi lanificae non cedere laudibus artis
audierat. Non illa loco nec origine gentis
clara, sed arte fuit: pater huic Colophonius Idmon
Phocaico bibulas tinguebat murice lanas;
occiderat mater, sed et haec de plebe suoque
aequa viro fuerat; Lydas tamen illa per urbes
quaesierat studio nomen memorabile, quamvis
orta domo parva parvis habitabat Hypaepis.
Aracne de Miguel Regodón
La Tritonia había escuchado gustosamente estos relatos y había elogiado tanto los cantos de las Aónides como su justa cólera. Y entonces se dijo: “Poco es alabar; que se me alabe a mí, y no permita yo que mi divinidad sea despreciada impunemente”. Y dirige su atención al destino de la meonia Aracne, de la que había oído que no se consideraba inferior a ella en los primores del arte de la lana. No era Aracne ilustre por la posición ni prosapia de su familia, pero sí por su arte. Su padre, el colofonio Idmon, teñía la esponjosa lana con púrpura de la Focea; su madre había muerto, pero también ella había sido una mujer del pueblo y semejante a su marido. Aracne, sin embargo, se había ganado con su esfuerzo un nombre célebre en las ciudades lidias, aunque, nacida en una casa humilde, en la humilde Hipepas vivía.
Huius ut adspicerent opus admirabile, saepe
deseruere sui nymphae vineta Timoli,
deseruere suas nymphae Pactolides undas.
Nec factas solum vestes, spectare iuvabat
tum quoque, cum fierent: tantus decor adfuit arti,
sive rudem primos lanam glomerabat in orbes,
seu digitis subigebat opus repetitaque longo
vellera mollibat nebulas aequantia tractu,
sive levi teretem versabat pollice fusum,
seu pingebat acu; scires a Pallade doctam.
Quod tamen ipsa negat tantaque offensa magistra
‘certet’ ait ‘mecum: nihil est, quod victa recusem!’
Para contemplar sus admirables trabajos muchas veces abandonaron las Ninfas los viñedos de su Timolo, abandonaron sus aguas las Ninfas del Pactolo. Y no sólo los vestidos ya hechos, sino que también era agradable ver cómo los hacía (tanta elegancia tenía su trabajo), lo mismo si con la lana aun en bruto formaba los primeros ovillos, que si entre los dedos oprimía el material y suavizaba las vedijas, semejantes a neblinas, haciéndolas ir y venir en largos recorridos, y lo mismo si con el ligero pulgar hacía dar vueltas al torneado huso, que si dibujaba con la aguja; bien se veía que Palas la había enseñado. Y sin embargo ella lo niega, y, disgustándole maestra tan excelsa, dice: “Que compita conmigo. Si me vence no me opondré a nada”.
Aracne o la Dialéctica (1575-77), óleo sobre lienzo de 150 x 220 cm., de Paolo Caliari, llamado Veronés. Palacio Ducal de Venecia. Sala del Colegio
Pallas anum simulat: falsosque in tempora canos
addit et infirmos, baculo quos sustinet, artus.
Tum sic orsa loqui ‘non omnia grandior aetas,
quae fugiamus, habet: seris venit usus ab annis.
Consilium ne sperne meum: tibi fama petatur
inter mortales faciendae maxima lanae;
cede deae veniamque tuis, temeraria, dictis
supplice voce roga: veniam dabit illa roganti.’
Palas toma la figura de una vieja, se pone en las sienes falsas canas y sostiene además con un bastón sus miembros inseguros. A continuación empezó a hablar así: “No es despreciable todo lo que trae la edad avanzada; con los muchos años viene la experiencia. No desdeñes mi consejo. Aspira tú a una gloria que entre los mortales sea la máxima en el trabajo de la lana; pero declárate inferior a la diosa y con palabras suplicantes pide perdón, temeraria, por tus pretensiones. Si tú se lo pides, ella te otorgará su perdón”.
Adspicit hanc torvis inceptaque fila relinquit
vixque manum retinens confessaque vultibus iram
talibus obscuram resecuta est Pallada dictis:
‘mentis inops longaque venis confecta senecta,
et nimium vixisse diu nocet. audiat istas,
si qua tibi nurus est, si qua est tibi filia, voces;
consilii satis est in me mihi, neve monendo
profecisse putes, eadem est sententia nobis.
Cur non ipsa venit? Cur haec certamina vitat?’
Aracne la mira ferozmente, abandona las hebras empezadas, y, conteniendo apenas las manos y manifestando en su semblante su cólera, contesta a la enmascarada Palas con estas frases: “Privada de inteligencia vienes y agotada por larga vejez; mucho daña, en efecto, vivir demasiado. Que oiga esas palabras tu nuera, si la tienes, o, si no la tienes, tu hija. Suficiente consejo tengo yo en mí misma, y no creas que has logrado nada con tus advertencias: mi actitud sigue siendo la misma. ¿Por qué no viene ella en persona? ¿Por qué rehúsa esta competición?”
Minerva y Aracne (1579), óleo sobre lienzo de 142 x 290 cm., de Jacopo Robusti (Tintoretto). Palazzo Pitti, Palazzina della Meridiana, Florencia