En el anterior capítulo ofrecíamos el Diálogo de los muertos XX. Ahora vamos con Diálogos de los muertos XXI, 1-2, en el que dialogan Menipo y Cerbero, donde también aparece el filósofo de Alopece, cuyo comportamiento en el Hades critica Menipo:
ΜΕΝΙΠΠΟΥ ΚΑΙ ΚΕΡΒΕΡΟΥ
ΜΕΝΙΠΠ. Ὦ Κέρβερε – συγγενὴς γάρ εἰμί σοι, κύων καὶ αὐτὸς ὤν – εἰπέ μοι πρὸς τῆς Στυγός, οἷος ἦν ὁ Σωκράτης, ὁπότε κατῄει παρ’ ὑμᾶς˙ εἰκὸς δέ σε θεὸν ὄντα μὴ ὑλακτεῖν μόνον, ἀλλὰ καὶ ἀνθρωπίνως φθέγγεσθαι, ὁπότ’ ἐθέλοις.
ΚΕΡΒ. Πόρρωθεν μέν, ὦ Μένιππε, παντάπασιν ἐδόκει ἀτρέπτῳ τῷ προσώπῳ προσιέναι καὶ οὐ πάνυ δεδιέναι τὸν θάνατον δοκῶν καὶ τοῦτο ἐμφῆναι τοῖς ἔξω τοῦ στομίου ἑστῶσιν ἐθέλων, ἐπεὶ δὲ κατέκυψεν εἴσω τοῦ χάσματος καὶ εἶδε τὸν ζόφον, κἀγὼ ἔτι διαμέλλοντα αὐτὸν δακὼν [τῷ κωνείῳ] κατέσπασα τοῦ ποδός, ὥσπερ τὰ βρέφη ἐκώκυεν καὶ τὰ ἑαυτοῦ παιδία ὠδύρετο καὶ παντοῖος ἐγίνετο.
MENIPO. — Cerbero, tú que eres pariente mío —pues eres un perro tú también— dime, por la laguna Estigia, cómo se comportaba Sócrates cuando bajó a nuestros dominios. Pues es lógico que tú, que eres una divinidad, no te limites a ladrar, sino que dejes oír tu voz como una persona siempre que te apetezca.
CERBERO. — Así, de lejos, Menipo, parecía acercarse con el rostro impertérrito, al tiempo que daba la impresión de no temer la muerte en absoluto y de querer ponerlo bien de relieve a los que estaban fuera de la entrada. Pero luego de entrar agachado al interior del abismo y de ver las tinieblas, como yo además le solté un mordisco y lo arrastré del pie porque se retrasaba por acción de la cicuta, la emprendió a lloriquear como los niños pequeños y a lamentarse por sus hijos por todo tipo de procedimientos.
Nota: Menipo es perro por ser un filósofo “cínico”.
ΜΕΝΙΠΠ. Οὐκοῦν σοφιστὴς ὁ ἄνθρωπος ἦν καὶ οὐκ ἀληθῶς κατεφρόνει τοῦ πράγματος.
ΚΕΡΒ. Οὔκ, ἀλλ’ ἐπείπερ ἀναγκαῖον αὐτὸ ἑώρα, κατεθρασύνετο ὡς δῆθεν οὐκ ἄκων πεισόμενος ὃ πάντως ἔδει παθεῖν, ὡς θαυμάσονται οἱ θεαταί. καὶ ὅλως περὶ πάντων γε τῶν τοιούτων εἰπεῖν ἂν ἔχοιμι, ἕως τοῦ στομίου τολμηροὶ καὶ ἀνδρεῖοι, τὰ δὲ ἔνδοθεν ἔλεγχος ἀκριβής.
ΜΕΝΙΠΠ. Ἐγὼ δὲ πῶς σοι κατεληλυθέναι ἔδοξα;
ΚΕΡΒ. Μόνος, ὦ Μένιππε, ἀξίως τοῦ γένους, καὶ Διογένης πρὸ σοῦ, μὴ ἀναγκαζόμενοι ἐσῄειτε μηδ’ ὠθούμενοι, ἀλλ’ ἐθελούσιοι, γελῶντες, οἰμώζειν παραγγείλαντες ἅπασιν.
MENIPO. — Así que el hombre en cuestión era un «sofista redomado» y, a la hora de la verdad, bien que le importaba el tema.
CERBERO. — No, lo que pasa es que al ver que era ineludible, no tuvo más remedio que darse ánimos en la idea de que no iba a padecer de mal grado lo que forzosamente tenía que padecer, con el objeto de granjearse la admiración de los espectadores. En una palabra, de individuos así podría decir que son audaces y valientes hasta la entrada al abismo pero una vez dentro es cuando dan su exacta medida.
MENIPO. — ¿Y yo cómo te pareció que bajé?
CERBERO. — Eres el único, Menipo, que entraste de un modo acorde a la dignidad de tu estirpe, y Diógenes antes que tú; los dos entrasteis sin que hubiera necesidad de obligaros o empujaros, sino que lo hicisteis voluntariamente, sonrientes y mandando a hacer puñetas a todos los demás.
Traducción de José Luis Navarro González, en Gredos.
Cerámica etrusca de figuras negras, atribuida al pintor de Eagle. Hidria ceretana, 525 a. C. Heracles lleva a Cerbero, ya domado, ante Euristeo que, a la vista del monstruo, se esconde aterrorizado en un caldero, alargando los brazos por el miedo. 43 cm. Procedencia: Cerveteri. París, Museo del Louvre
En las fuentes clásicas sobre Sócrates le toca el turno a Eunapio, Vidas de los filósofos y los sofistas, VI, 2, 4-6:
ὥσπερ οὖν ὅτε ἐπὶ τοῦ παλαιοῦ καὶ μεγάλου Σωκράτους ἁπάντων Ἀθηναίων (εἰ καὶ δῆμος ἦσαν) οὐκ ἄν τις ἐτόλμησε κατηγορίαν καὶ γραφήν, ὅν γε ᾤοντο πάντες Ἀθηναῖοι περιπατοῦν ἄγαλμα σοφίας τυγχάνειν, εἰ μὴ μέθη καὶ παραφροσύνη καὶ τὸ τῶν Διονυσίων τῆς ἑορτῆς καὶ παννυχίδος ἀνειμένον, ὑπὸ γέλωτος καὶ ὀλιγωρίας καὶ τῶν εὐκόλων καὶ σφαλερῶν παθῶν ἐπὶ τοῖς ἀνθρώποις ἐξευρημένων, πρῶτος Ἀριστοφάνης ἐπὶ διεφθαρμέναις ψυχαῖς τὸν γέλωτα ἐπεισαγαγὼν καὶ τὰ ὑπὸ τῆς σκηνῆς κινήσας ὑπορχήματα, τότε θέατρον ἀνέπεισεν, ἐπὶ τοσαύτῃ σοφίᾳ ψυλλῶν πηδήματα καταμωκώμενος, καὶ νεφελῶν διαγράφων εἴδη καὶ σχήματα καὶ τἄλλα ὅσα κωμῳδία ληρεῖν εἴωθεν εἰς γέλωτος κίνησιν. ὡς δὲ εἶδον ἐγκεκλικὸς πρὸς τὴν ἡδονὴν τὸ θέατρον, κατηγορίας ἥψαντό τινες, καὶ τὴν ἀσεβῆ γραφὴν εἰς ἐκεῖνον ἐτόλμησαν, καὶ δῆμος ὅλος ἐπ’ ἀνδρὸς ἠτύχει φόνῳ. ἔστι γὰρ ἐκ τῶν χρόνων λογιζομένῳ συλλαβεῖν ὅτι, Σωκράτους ἀπελθόντος βιαίως, οὐδὲν ἔτι λαμπρὸν Ἀθηναίοις ἐπράχθη, ἀλλ’ ἥ τε πόλις ὑπέδωκεν, καὶ διὰ τὴν πόλιν τὰ τῆς Ἑλλάδος ἅπαντα συνεφθάρη.
Así, pues, ocurría exactamente lo mismo que en tiempo del famoso Sócrates, cuando ni uno solo de todos los atenienses, aun cuando estuvieran organizados según una democracia, se hubiera aventurado a esta acusación y proceso sumario de alguien a quien todos los atenienses miraban como una imagen ambulante de la sabiduría, de no haber sido porque en la embriaguez, la corrupción y el libertinaje de las Dionisíacas y la fiesta nocturna, cuando la risa ligera y descuidada así como las emociones peligrosas de los hombres se ponen de manifiesto, Aristófanes comenzó a introducir el ridículo en sus mentes corrompidas y, a fuerza de presentar sus danzas sobre el escenario, se ganó al auditorio para sus puntos de vista; éste, en efecto, se mofó de esta profunda sabiduría describiendo los saltos de las pulgas, y pintando las figuras y formas de las nubes, y todas esas otras absurdas invenciones a que recurre la comedia, a fin de provocar la risa.
Cuando vieron qμe el auditorio del teatro se inclinaba a condescender con eso, ciertos hombres formularon una acusación y se aventuraron a este impío proceso contra él; y, así la muerte de un solo hombre llevó la desgracia a todo el estado.
Pues, si uno va contando desde la fecha de la muerte violenta de Sócrates, podemos llegar a la conclusión de que, después de él, nada brillante fue ya nunca realizado por los atenienses, sino que la ciudad fue gradualmente decayendo y, a causa de su decadencia, toda Grecia se vio en la ruina a una con ella.
Frontispicio de una edición de las Vidas de los sofistas de Eunapio, en traducción al latín de Adriano Junio (Hadrianus Junius). Heidelberg. 1596.
