Estábamos ofreciendo lo que Pierre Grimal dice en su Diccionario de Mitología Griega y Romana sobre los Gigantes, a propósito de la misión de la sonda Cassini en Encélado, uno de los Gigantes, pero también un satélite de Saturno. En el anterior capítulo hablamos de la misión del Cassini y de Encélado, así como de los satélites de Saturno.
Ante esta actitud, los Olímpicos se aprestaron a la lucha. Los principales adversarios de los Gigantes fueron, sobre todo, Zeus y Atenea, la diosa de los combates. Zeus, armado del poderoso rayo y protegido por la égida, la mágica coraza que se hizo con la piel de la cabra Amaltea, y Atenea, cubierta también por la égida, que comparte con su padre, y protegida por su escudo redondo adornado con la cabeza de Medusa. Su principal aliado es Heracles, el mortal cuya ayuda es necesaria a fin de que se cumpla la condición impuesta por los Destinos para la muerta de los Gigantes. Heracles está en el carro de Zeus y combate a distancia, tirando flechas.
A veces Dionisio toma parte activa en la batalla, armado con su tirso, así como con antorchas, y secundado por los sátiros. Luego, a medida que la leyenda va enriqueciéndose, intervienen otras divinidades: Ares, Hefesto, Afrodita y Eros, Posidón, etc.
La caída de los Gigantes (1530-1534), pintura al fresco de Giulio Romano. Sala de los Gigantes, Palacio del Té, Mantua
Los mitógrafos han perpetuado el recuerdo de la participación de algunos Gigantes en esta lucha: Alcioneo fue muerto por Heracles con ayuda de Atenea, la cual aconsejó al héroe que lo arrastrase lejos de Palene, su país natal, parque cada vez que caía recuperaba sus fuerzas al tocar la tierra de donde había salido. Porfirión atacó a Heracles y Hera, pero Zeus le inspiró un deseo lascivo por su esposa, y mientras el gigante intentaba arrancarle los vestidos, el dios lo fulminó, y Heracles lo remató con una flecha. Efialtes sucumbió herido por un flechazo de Apolo que le perforó el ojo izquierdo, a la par que otra flecha de Heracles le penetraba por el derecho; Dionisio mató a Éurito de un golpe de tirso; Hécate, a Clitio, a golpes de antorcha; Hefesto, a Mimante, sirviéndose de proyectiles de hierro incandescente.
Encélado, logró huir, pero mientras corría, Atenea le echó encima la isla de Sicilia. La diosa desolló a Palante y se sirvió de su piel como una coraza durante el resto del combate. Políbotes fue perseguido por Posidón a través de las olas y llegó a la isla de Cos. El dios rompió una parte de la isla, la llamada Nisiros, y la precipitósobre el gigante. Hermes, cubierto con el casco de Hades, que tiene la virtud de hacer invisible, mató a Hipólito, mientras Ártemis derribaba a Gratión. Las Moiras, armadas con sus mazos de bronce, dieron muerte a Agrio y Toante, y en cuanto al resto de los Gigantes, Zeus les lanzó sus mortíferos rayos, y Heracles los remató con sus flechas.
El escenario de la batalla se sitúa generalmente en la península de Palene, en Tracia, pero una tradición local lo ubicaba también en Arcadia, en las márgenes del Alfeo.
Otras tradiciones más recientes añaden más nombres de gigantes, aunque por lo general se trata de Titanes incluidos abusivamente en aquella categoría o bien de otros monstruos, tales como Tifón, Briareo, los Alóadas, etc. que no pertenecen a la misma raza, aunque merezcan el nombre de “gigantes” por su inmenso cuerpo y prodigiosa fuerza.
Otra vista de la obra de Giulio Romano en Mantua
La Gigantomaquia, o lucha de los Gigantes contra los dioses, ha sido un tema favorito de la plástica, especialmente con vistas a adornar los frontones de los templos: los cuerpos de los monstruos, rematados en serpientes, se prestaban admirablemente a rellenar los ángulos de los frontispicios y terminar una composición.
La fuentes principales sobre los Gigantes son Hesíodo, Teogonía 183 y siguientes y Apolodoro, Biblioteca Mitológica I, 6, 1-2.
Aquí tenemos el texto hesiódico:
ὃ δ᾽ ἐκ λοχεοῖο πάις ὠρέξατο χειρὶ
σκαιῇ, δεξιτερῇ δὲ πελώριον ἔλλαβεν ἅρπην
μακρὴν καρχαρόδοντα, φίλου δ᾽ ἀπὸ μήδεα πατρὸς
ἐσσυμένως ἤμησε, πάλιν δ᾽ ἔῤῥιψε φέρεσθαι
ἐξοπίσω· τὰ μὲν οὔ τι ἐτώσια ἔκφυγε χειρός·
ὅσσαι γὰρ ῥαθάμιγγες ἀπέσσυθεν αἱματόεσσαι,
πάσας δέξατο Γαῖα· περιπλομένων δ᾽ ἐνιαυτῶν
γείνατ᾽ Ἐρινῦς τε κρατερὰς μεγάλους τε Γίγαντας,
τεύχεσι λαμπομένους, δολίχ᾽ ἔγχεα χερσὶν ἔχοντας,
Νύμφας θ᾽, ἃς Μελίας καλέουσ᾽ ἐπ᾽ ἀπείρονα γαῖαν.
Caída de los Gigantes de Giulio Romano, detalle
μήδεα δ᾽ ὡς τὸ πρῶτον ἀποτμήξας ἀδάμαντι
κάββαλ᾽ ἀπ᾽ ἠπείροιο πολυκλύστῳ ἐνὶ πόντῳ,
ὣς φέρετ᾽ ἂμ πέλαγος πουλὺν χρόνον, ἀμφὶ δὲ λευκὸς
ἀφρὸς ἀπ᾽ ἀθανάτου χροὸς ὤρνυτο· τῷ δ᾽ ἔνι κούρη
ἐθρέφθη· πρῶτον δὲ Κυθήροισιν ζαθέοισιν
ἔπλητ᾽, ἔνθεν ἔπειτα περίῤῥυτον ἵκετο Κύπρον.
ἐκ δ᾽ ἔβη αἰδοίη καλὴ θεός, ἀμφὶ δὲ ποίη
ποσσὶν ὕπο ῥαδινοῖσιν ἀέξετο· τὴν δ᾽ Ἀφροδίτην
[ἀφρογενέα τε θεὰν καὶ ἐυστέφανον Κυθέρειαν]
κικλῄσκουσι θεοί τε καὶ ἀνέρες, οὕνεκ᾽ ἐν ἀφρῷ
θρέφθη· ἀτὰρ Κυθέρειαν, ὅτι προσέκυρσε Κυθήροις·
El hijo, saliendo de su escondite, logró alcanzarle con la mano izquierda, empuñó con la derecha la prodigiosa hoz, enorme y de afilados dientes, y apresuradamente segó los genitales de su padre y luego los arrojó a la ventura por detrás.
No en vano escaparon aquéllos de su mano. Pues cuantas gotas de sangre salpicaron, todas las recogió Gea. Y al completarse un año, dió a luz a las poderosas Erinias, a los altos Gigantes de resplandecientes armas, que sostienen en su mano largas lanzas, y a las Ninfas que llaman Melias sobre la tierra ilimitada. En cuanto a los genitales, desde el mismo instante en que los cercenó con el acero y los arrojó lejos del continente en el tempestuoso ponto, fueron luego llevados por el piélago durante mucho tiempo. A su alrededor surgía del miembro inmortal una blanca espuma y en medio de ella nació una doncella.
Primero navegó hacia la divina Citera y desde allí se dirigió después a Chipre rodeada de corrientes. Salió del mar la augusta y bella diosa, y bajo sus delicados pies crecía la hierba en torno. Afrodita la llaman los dioses y hombres, porque nació en medio de la espuma, y también Citerea, porque se dirigió a Citera.
La traducción es de Aurelio Pérez Jiménez, en Gredos.
Caída de los Gigantes (1529-1533), fresco de Pierino del Vaga en la Villa del Principe, Palazzo de Andrea Doria, de Génova
